Pájaro, un músico que es, como escribió Dylan de Johnny Cash, “la Estrella del Norte”. Me lo llevo a nuestras coordenadas y lo digo: Andrés Herrera es la Estrella del Sur.

Siguiendo con la cita de Dylan, creo que habló por todos nosotros cuando sostengo que el Pájaro es ese mapa por el que podemos guiar nuestro barco. Una figura trascendental, un eslabón entre dos épocas, una constante infalible. Su ‘Santa Leone’ (2012) no es otra cosa que un acto fundacional, la primera piedra de lo que vino después, la apertura a una nueva época de la música sevillana de la que me siento orgulloso de formar parte. Yo le llamo mi padrino y a veces creo que me quedo corto. Pájaro es nuestro santo patrón y su música nos impulsa y eleva.

Por todas estas razones, no pestañeé cuando me propuso componer una canción para su nuevo disco. Escribí ‘Colegios abandonados’ con el Pájaro en la cabeza. Lo visualicé con ese aire de protagonista de western crepuscular que porta. Una Sevilla abandonada a la adversidad, con la catedral bajo el aguacero y las iglesias ardiendo en llamas es el escenario de esta pequeña ópera marcada por tres palabras esdrújulas: épica, apocalíptica y utópica. Una canción áspera y afilada en la que, por momentos, se abren las nubes para dejar pasar algo de luz.

Trufaba la encomienda saber que el tema sería mimado con la excelsa finura con la que trabaja Happy Place, la gustosa sensación de estar haciendo cosas en familia. La letra habla de un trato que hago con mi corazón y, mirad, es justo eso lo que prevalece en toda esta historia.